Les escribo para agradecerles por su asistencia este lunes recién pasado a nuestra primera convocatoria, así como también para expresarles la profunda alegría de verlos después de tantos años, tiempo que pareció no haber pasado al estrecharles en el abrazo fraterno de la amistad, y viendo en cada uno de ustedes las ganas de aunar fuerzas en torno a desarrollar diversas actividades que nos propusimos realizar para hacer concreta nuestra amistad de hermanos en el apoyo a Marcelo Medel y su familia.
Quiero destacar mi admiración por cada uno de ustedes por su claro entendimiento del propósito central de mis cartas, lo que vi reflejado en su actitud de amor, piedad, perdón, aceptación y respeto del uno por el otro, sin mirar la afiliación y condición de los que estuvimos allí reunidos. Pude ver que la semilla del Reino de Dios, ese pequeño grano de mostaza, ha crecido en cada uno de ustedes formando un árbol gigante para albergar a todos, sin acepción de personas, credos, clases sociales ni condiciones impuestas por el mundo que nos rodea. Hay en mi corazón un espejo donde pude ver reflejada la imagen clara y potente que la Revolución de Jesucristo está viva y latente en muchos corazones. Sólo falta el motivo puro, el corazón de niño, sin egoísmos, sin religiones, sin deformaciones, para que la volvamos a tomar; y es hoy el momento de actuar basándonos sólo en el amor desinteresado por nuestro prójimo. Sigamos en esta actitud, que es la actitud de Cristo, y estoy más que seguro que volveremos a ver el Reino de Dios para el cual fuimos llamados no sólo a pedirlo, si no a hacerlo. Los Revolucionarios somos hacedores, somos transformadores; somos la espada que rompe la oscuridad. Gracias amigos y amigas por su entrega, su disposición y por sobre todo por su pureza de acción.
En mi corazón siempre han estado, nunca los olvidé por el amor que les tengo, por la lucha que siempre di por tantos años y aún sigo dando, para ver en cada uno de ustedes al humano nuevo que La Revolución de Jesucristo vino a formar.
Su amigo y camarada,
Cesar Mallat.
Quiero destacar mi admiración por cada uno de ustedes por su claro entendimiento del propósito central de mis cartas, lo que vi reflejado en su actitud de amor, piedad, perdón, aceptación y respeto del uno por el otro, sin mirar la afiliación y condición de los que estuvimos allí reunidos. Pude ver que la semilla del Reino de Dios, ese pequeño grano de mostaza, ha crecido en cada uno de ustedes formando un árbol gigante para albergar a todos, sin acepción de personas, credos, clases sociales ni condiciones impuestas por el mundo que nos rodea. Hay en mi corazón un espejo donde pude ver reflejada la imagen clara y potente que la Revolución de Jesucristo está viva y latente en muchos corazones. Sólo falta el motivo puro, el corazón de niño, sin egoísmos, sin religiones, sin deformaciones, para que la volvamos a tomar; y es hoy el momento de actuar basándonos sólo en el amor desinteresado por nuestro prójimo. Sigamos en esta actitud, que es la actitud de Cristo, y estoy más que seguro que volveremos a ver el Reino de Dios para el cual fuimos llamados no sólo a pedirlo, si no a hacerlo. Los Revolucionarios somos hacedores, somos transformadores; somos la espada que rompe la oscuridad. Gracias amigos y amigas por su entrega, su disposición y por sobre todo por su pureza de acción.
En mi corazón siempre han estado, nunca los olvidé por el amor que les tengo, por la lucha que siempre di por tantos años y aún sigo dando, para ver en cada uno de ustedes al humano nuevo que La Revolución de Jesucristo vino a formar.
Su amigo y camarada,
Cesar Mallat.