martes, 31 de agosto de 2010



Amigos, comparto con ustedes una carta de Cecilia Silva, esposa de Marcelo Medel, escrita días después de haberse ellos reunido con algunos de nosotros.



Carta a los revolucionarios de corazón!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!



Agradezco en el alma haber tenido la oportunidad de rencontrarme con tantos hermanos y hermanas de corazón tan hermoso, con los que alguna vez desgarramos los lomos juntos, el alma y el corazón por una causa tan justa y bella como el llamado de Cristo de seguirle y de amar al prójimo. Y doy gracias porque ese principio de amor que proclamábamos se sigue cumpliendo hoy en día en forma tan consecuente, como lo he vivido yo en carne propia. Para todos es sabido que a mi familia le cambió la vida en un segundo, cuando Marcelo Medel, mi esposo, sufrió un accidente vascular hemorrágico que lo tuvo al borde de la muerte, dejándole con algunas secuelas de discapacidad, por el que hoy requiere de mi cuidado permanente. Por ello las necesidades de mi hogar (alimentación, medicamentos, locomoción, escolaridad, gastos hospitalarios, servicios básicos y todas esas cosas que en esta etapa de la vida conocemos bien) han sido trastocados, siendo ustedes los que junto a otras personas la han sostenido hasta hoy, con su inmenso amor incondicional, puro y sufrido, sin envidia ni vanidad, sin hacer nada indebido ni irritarse, creyendo y soportando sin esperar nada a cambio. Me gustaría nombrarlos a todos uno por uno, pero me dolería en el alma dejar alguno sin nombrar. Que cada uno y cada una de ustedes sepa que los tengo en mi corazón, que cada vez que veo sus ofrendas mi corazón se quebranta. Siempre estoy orando por sus vidas y sus familias por una protección especial Pido al Señor que Él tome en cuenta todos sus actos de amor...


Sentía contarles esto y decirles que mi amor por ustedes es infinito…


Un beso y abrazo.


Cecilia Silva.

jueves, 8 de abril de 2010

GRACIAS, HERMANOS REVOLUCIONARIOS

Estimados amigos:

Les escribo para agradecerles por su asistencia este lunes recién pasado a nuestra primera convocatoria, así como también para expresarles la profunda alegría de verlos después de tantos años, tiempo que pareció no haber pasado al estrecharles en el abrazo fraterno de la amistad, y viendo en cada uno de ustedes las ganas de aunar fuerzas en torno a desarrollar diversas actividades que nos propusimos realizar para hacer concreta nuestra amistad de hermanos en el apoyo a Marcelo Medel y su familia.

Quiero destacar mi admiración por cada uno de ustedes por su claro entendimiento del propósito central de mis cartas, lo que vi reflejado en su actitud de amor, piedad, perdón, aceptación y respeto del uno por el otro, sin mirar la afiliación y condición de los que estuvimos allí reunidos. Pude ver que la semilla del Reino de Dios, ese pequeño grano de mostaza, ha crecido en cada uno de ustedes formando un árbol gigante para albergar a todos, sin acepción de personas, credos, clases sociales ni condiciones impuestas por el mundo que nos rodea. Hay en mi corazón un espejo donde pude ver reflejada la imagen clara y potente que la Revolución de Jesucristo está viva y latente en muchos corazones. Sólo falta el motivo puro, el corazón de niño, sin egoísmos, sin religiones, sin deformaciones, para que la volvamos a tomar; y es hoy el momento de actuar basándonos sólo en el amor desinteresado por nuestro prójimo. Sigamos en esta actitud, que es la actitud de Cristo, y estoy más que seguro que volveremos a ver el Reino de Dios para el cual fuimos llamados no sólo a pedirlo, si no a hacerlo. Los Revolucionarios somos hacedores, somos transformadores; somos la espada que rompe la oscuridad. Gracias amigos y amigas por su entrega, su disposición y por sobre todo por su pureza de acción.

En mi corazón siempre han estado, nunca los olvidé por el amor que les tengo, por la lucha que siempre di por tantos años y aún sigo dando, para ver en cada uno de ustedes al humano nuevo que La Revolución de Jesucristo vino a formar.

Su amigo y camarada,

Cesar Mallat.

miércoles, 24 de marzo de 2010

CONVOCATORIA






Amigos Revolucionarios de Jesucristo:

Estimados amigos, espero sinceramente que todos ustedes se encuentren bien junto a sus familias después de los efectos del cataclismo que nos está tocando vivir a tantos chilenos y que nos ha traído tanta destrucción y sufrimiento como nación. Como habitantes
de esta parte del planeta, sabemos que cada ciertos años la madre naturaleza nos recuerda que el suelo donde vivimos tiene vida propia e independiente de nuestros planes personales, nuestra modernidad y tecnologías, recordándonos lo frágil que somos frente a sus fuerzas. De alguna manera, podemos comprender a través de la ciencia que estas cosas pasan y son así; pero es una comprensión a medias, ya que frente al sufrimiento que nos causa, no podemos precisar el porqué de estos dolores. Por otro lado, el terremoto agitó el enfoque de objetivos de la solidaridad y ayuda que he convocado en mis cartas anteriores, pues se multiplicó la necesidad con tanta gente que ha sufrido. Pero creo que a pesar de todo esto, no hemos olvidado a nuestro hermano Marcelo Medel, y por eso acá quiero expresar otras reflexiones que creo trascienden una tragedia que puede llamar la atención sólo por un tiempo. Aún más, lejos de ser dos cosas separadas, se ha visto que los sismos acentúan la vigencia de tener que ayudar. Por eso, revolucionarios, reforcemos y mantengamos arriba el ánimo de apoyo a nuestro hermano Marcelo, ya que esta determinación que tomamos antes de los últimos eventos, de unirnos con amor de hermanos, es el sello que tenemos como revolucionarios.

En medio de la dispersión que vivimos después de nuestros años juntos, hoy sigo tratando de identificar algunas cosas que coexisten entre nosotros. Podrá haber quienes no compartan conmigo, pero tengo la impresión que hay anclas del pasado que afectan a los revolucionarios; anclas de índole diversa y de efectos varios, y que acentúan la necesidad de enfrentar las murallas de la distancia entre hermanos, de perdonar; de comprender y respetar; d
e superar los factores que nos conflictuaron con conductas o roles; de no pensar que hay quienes están en deuda con nosotros, cuando en realidad la deuda principal de cada uno es siempre primero consigo mismo. No voy a negar que lo vivido, aparte del heroísmo de la revolución espiritual que aspirábamos, también tuvo elementos disruptivos y dañinos. Pero es eso mismo lo que digo que hay que dejar atrás, no sólo por sanidad, sino por enfrentar lo que viene de la vida con la postura de lo que somos hoy. Creo que el concepto y vivencias de la Revolución que impulsamos y vivimos fue, por así decirlo, sólo el comienzo de algo que en el tiempo tiene que haber madurado en nosotros. Y es hoy cuando ya somos adultos que la vida nos demanda ver con altura de miras nuestra experiencia, para no seguir rechazando, denostando, o amargándonos con formas equivocadas, con enojos o indiferencias añejas de los unos con los otros, teniendo como “causa” claramente equivocada el recuerdo de un pasado, para justificarnos a nosotros mismos. No olvidemos nuestra verdadera consigna, que ni los años ni las circunstancias, por duras que sean, pueden hacerla variar: “Hombres nuevos harán una sociedad nueva”. Somos nosotros los primeros en ser requeridos para esto. El mundo no cambiará porque nosotros queramos, porque vayamos a la iglesia, porque oremos y oremos, porque sigamos marcando el paso, sino porque cada uno de nosotros debe ser cada día una persona nueva, un Revolucionario.

La ayuda a Marcelo no es sólo la atención temporal a una coyuntura que emerge por una situación como la que le ha tocado experimentar, sino una opción consciente con sustento en el pasado y los lazos que de verdad hubiéremos creado. La mayoría de nosotros estamos iniciando o viviendo el último tercio de nuestras vidas y evidentemente en los años que vienen iremos sabiendo de otros hermanos cuya urgencia nos convocará de nuevo. Elegir estar con quienes sufran comienza en identificar y entender ese pasado común y lo que somos hoy, en haber hecho puente entre ese tiempo y el presente. En otras palabras, creo que lo que guardamos en la memoria de la revolución que impulsamos – que como he dicho, genera una gran nostalgia – tiene un valor y significado que debiera darnos impulso para también comprender y adoptar posturas hoy. No me refiero a la vigencia de sus creencias o asistencia a iglesias, sino a descubrir esas cosas que a nuestra edad hoy nos permitan sentirnos activos, significantes y poseedores de una esencia revolucionaria que creo no ha muerto. Ayudar a Marcelo nos ofrece una oportunidad de expresar el amor sobe una base responsable y personal. Recuerdo que en el pasado criticamos con fuerza un sistema religioso que veíamos como ineficaz para cumplir con los propósitos de Dios en la sociedad; nuestro ímpetu de evangelistas (porque así nacimos, como evangelistas con hambre por ganar gente para Cristo) no tenía límites ni dependía de fechas, recursos ni nada. Sin querer ofender, pero, francamente, creo que un distractor de la solidaridad y el amor permanente hacia un revolucionario en necesidad, para quien está en
una comunidad o iglesia puede ser simplemente hacer un aporte en una ofrenda y creer que la tarea está cumplida. Podrá sonar drástico, pero los hechos demuestran que eso no es así. Y sinceramente, en mis palabras acá está comprometida mi aflicción y sentimiento por todos los que conocí. Pujo porque entre nosotros se manifieste ese vínculo que represente la novedad de querernos en esta etapa de la vida, y que si hay vino nuevo, no vaya a ser que nosotros seamos odres viejos.

Entre los factores que también imponen tener una postura desarrollada y actual están nuestros hijos. Los hijos de Marcelo y Cecilia – (post) adolescentes como la mayoría de vuestros propios hijos – en medio de la conmoción que les produjo el estado de su papá, han observado cómo él reacciona ante la visita de revolucionarios, su estado de ánimo, empeño y humor en esos momentos. Y creo que aparte de saber todo lo que han escuchado de sus padres, ellos han tenido la oportunidad de ver una expresión de amor genuino en la desgracia, por cierto, distinto de la simple amistad. Es en algo como eso, en lo que ellos ven y dimensionan, donde pienso que se evidencia el valor del que hablo, cuando ante la enfermedad somos capaces de ayudar y resaltar lo que somos hoy. Cuando Marcelo se levante, camine por sus medios plenamente y agradezca a sus compañeros revolucionarios del ayer y que ahí están hoy, esa generación de adolescentes verá y juzgará, verá quiénes fueron y son los revolucionarios de Jesucristo. Los hechos hablarán más que nuestras palabras. Recordemos cuando fuimos jóvenes. ¿No eran nuestros actos los que convencían a otros?

Marcelo ya está en su casa y no porque esté sano y se nos haya terminado la obligación de ayuda con él y su familia, sino porque el hospital donde estaba quedo con graves daños y porque él con sus fuerzas de vivir se salvó de morir aplastado esa fatídica noche, bajando cinco pisos por escaleras en medio de gritos y caos, aferrado a las barandas y sus muletas, arrastrando la mitad de su cuerpo hemipléjico, hasta llegar solo abajo, con sus fuerzas, su determinación, su fe en la vida y la cruz de Cristo, logrando alcanzar el patio. Me pregunto hermanos ¿cómo no vamos a ayudar, cómo vamos a abandonar a un hombre como él? Para mí es un privilegio que él me considere su amigo, su hermano. Marcelo es un ejemplo de lucha. Por eso él está en su casa hoy, pues fue más seguro que volviera con los suyos que seguir en un hospital sin ninguna seguridad. Hoy necesita nuestra ayuda concreta, que además no es poca. Y además necesita que lo visitemos.

Digo estas cosas también con el deseo de que prontamente nos encontremos para articular acciones de apoyo. Es complejo pensar en una fecha que acomode a quienes quisieran responder a mi convocatoria; pero me tranquiliza saber que cada uno entenderá que su respuesta no será para su propia comodidad o placer. Por eso, y porque Marcelo necesita ayuda urgente pronto, quiero hacer una convocatoria para el lunes 5 de abril, a las 20 horas. El lugar lo
comunicaré en Facebook, una vez que lo tenga definido. Tengo confianza en que quienes vayan, pocos o muchos, lo harán con corazón abierto. Asimismo, si alguien quisiera, podremos simplemente conversar con libertad, estando abierto a recibir ideas que nazcan de ustedes para llevar estos pensamientos a actos concretos. Espero que nuestro corazón y nuestra mente se dispongan favorablemente y ayudemos a Marcelo Medel y su familia.

¡Con la fuerza de la cruz, siempre victoria! ¡Con Cristo en la victoria, Revolución ahora!


Afectuosamente,

César Mallat

P.D. Estos son los teléfonos de Marcelo y su dirección.
Casa: 866 5650
Celular de Cecilia: 9549 2029
Dirección: Filodendro 5 N° 1715, Ciudad Satélite - Maipú.
Horario de visita:
Lunes, miércoles y viernes de las 19:00 hrs. en adelante.
Martes, jueves, sábado y domingo durante todo el día.

Visitarlo también es importante para su estado anímico.

viernes, 5 de febrero de 2010

Por qué ayudar a Marcelo

Mi deseo de ayudarlo se acompaña por las imágenes que tengo suyas. Recuerdo a Marcelo tocando guitarra sin parar en las calles y reuniones por muchos años; hablando con gente en campañas, enseñando a otros, como misionero entregado a tiempo completo, sin plata en el bolsillo, sin sueldo predicando por Chile como auténtico revolucionario…en fin. Muchas acciones que incondicionalmente todos nosotros también hicimos, que al recordarlas aceleran el corazón, y que para contarlas haría falta mucho tiempo. Marcelo, como cientos más que conocimos, fue un fundador y gestor genuino de este movimiento. Y si bien me refiero a esos eventos vividos en el pasado, años atrás, no excluyo pensar en el presente. Como dije antes, después de ese periodo la vida nos ha llevado por caminos diversos. Quisiera, entonces, confirmar si aparte de las opciones o rumbos tomados por cada uno, hay algo más que hubiere quedado de todo eso que vivimos juntos. Por eso, sin querer dar carácter de imposición a lo que digo, comparto con respeto y sentimiento genuino mis reflexiones, agradeciendo la paciencia de quienes las lean.




Pienso que el compromiso con la causa de Jesucristo estuvo también marcado por el periodo que nos tocó vivir, en un régimen político que alimentaba en la gente el deseo de libertad y expresión, y donde nuestra juventud inyectó de mayor fuerza nuestras palabras y desapego a lo material, incluso de nuestras familias. Así entonces, la revolución que abrazamos hizo de nosotros hombres y mujeres decididos a cambiar el mundo, a hacer visible ese espacio de armonía que es el Reino de Dios, visión que actuó como elemento aglutinante y que nos reunía férreamente en un mismo propósito. Pero junto con aquello debe reconocerse también el factor que impone el valor de las personas y lo que puede construir experiencias vividas mano a mano: la vida en comunidad compartiendo la misma comida, (a veces puro pan y otras… ni pan) el mismo techo, carpas u ocasiones sólo cubiertos por el cielo y una frazada; la similitud de experiencias, la identificación de unos con otros, el ser prácticamente uno en todo. Eso y mucho más, cosas que crean lazos que se debe reconocer y respetar. Además, podemos decir con propiedad que aprendimos de personas que generosamente nos dejaron huellas de sencillez, generosidad, honestidad y entrega, o que por el solo hecho de llamarnos ‘hermanos’ abrieron sus casas para nosotros. Todos estos factores son fundamentos de un vínculo que va más allá de una amistad común y corriente.



Sin embargo, cuando veo imágenes de ese tiempo, no puedo dejar de preguntarme cómo llegamos a distanciarnos tanto de esta realidad (y para mí no es una respuesta válida que da mi razón, el solo decirme que antes éramos jóvenes y ahora no, que antes no teníamos responsabilidades y ahora sí - me resisto a esa respuesta, porque es una respuesta del mundo, que se opone como ha sido siempre al Reino de Dios) y miro a mi alrededor y me veo con mis hermanos revolucionarios dispersos, lejanos de esta visión. Y viene la pregunta como un latigazo ¿Cómo nos distanciamos tanto los unos de los otros? ¿Cómo nos dejamos robar este tesoro? La respuesta tal vez ha estado siempre ahí; tal vez pasa por algo que tenemos pendiente con nosotros mismos y que tiene que ver con una profunda introspección, libre, abierta, sincera, sin falsas inocencias (porque ni uno solo de nosotros lo es totalmente, ni el mayor ni el menor). Espero que nos demos la respuesta que nos debemos; una respuesta honesta, que confronte el valor que dimos a las obras que hacíamos con el que dimos a las personas, que nos ayude a ver cómo después de tener tanta luz pasamos a ser ciegas estatuas de un recuerdo.



Sé que muchos de ustedes mantienen amistades y una actividad cristiana vigente, pero acá hablo de los lazos entre revolucionarios. Quizás nos ayude algo el descubrir cuándo dejamos de sentir por el que estaba a nuestro lado, el calor del camarada, su respiración, su esfuerzo, su sufrimiento que era igual que el mío. Más triste aún, quizás nos ayude el recordar cuándo empezamos a ver cómo quedaban en el camino botados los que fueron mis hermanos y no hicimos nada; sólo dábamos vuelta la cara por vergüenza y no hicimos nada; y si trataste de hacer algo por el caído, al volver, nuestros propios hermanos nos alejaron, desconociéndonos. Por todo esto y muchas más cosas que ustedes saben tan bien o mejor que yo, fuimos dejando que los revolucionarios pasaran a nuestro olvido, a nuestra distancia, a nuestro egoísmo. Por estas ideas que quiero trasmitir con humildad y sin ningún animosidad de nada es que debemos apoyar a Marcelo. Él es nuestra oportunidad, porque los actos de unidad abren el futuro, haciendo retroceder el sufrimiento en uno mismo y en los demás. No pido que volvamos a desenterrar lo que está muerto sino que estas imágenes vivas de un pasado que se anhela y que encienden nuestros corazones hoy, mañana y siempre, nos unan para transmitir esperanza y paz, haciendo de los años que nos quedan de vida nos hagan más sabios, más reconocedores de lo que somos cuando nos unimos por una causa viva, como es un hermano. Seamos valientes, seamos como niños porque de ellos es el Reino de Dios. Y volveremos a ver su faz.


Hoy vivimos una época diferente, donde la tecnología da un panorama distinto y algunas ventajas notorias; de hecho, creo que escribir por este medio ha dado más alcance e inmediatez a estas cartas que los volantes o panfletos que me eran tan familiares en los 80’s. Sin embargo, creo que esta comunicación virtual puede fácilmente tapar el sentido y contacto humano, ese en el que al mirarnos a los ojos nos da una energía real. Escribir en una pantalla es más rápido, pero es menos comprometido, menos humano, menos concreto. Pero como lo que nos convoca es una persona real, no virtual, veremos con fuerza el vínculo real, el sentimiento que moviliza a lo concreto, el significado de la necesidad de un hermano y su familia. Nuestro pasado está en la memoria y quizás a muchos los golpea el deseo de vivir lo mismo de nuevo o transmitir a sus hijos el sentimiento revolucionario. Mas con el recuerdo, los anhelos, y por sobre la tecnología, permanecen el valor de las personas, el amor, la misericordia, la generosidad, la humildad; en síntesis, valores que son la base de lo que enseñó Jesucristo sobre nuestra relación con el prójimo. Espero que podamos hacer carne y hueso esos valores en nosotros de nuevo.

¿Por qué ayudo a Marcelo? porque es un hombre, un hermano real y su familia está en sufrimiento.


César Mallat



Nota: A Marcelo le hacen muy bien las visitas. También necesita apoyo económico.



Por qué ayudar a Marcelo

Mi deseo de ayudarlo se acompaña por las imágenes que tengo suyas. Recuerdo a Marcelo tocando guitarra sin parar en las calles y reuniones por muchos años; hablando con gente en campañas, enseñando a otros, como misionero entregado a tiempo completo, sin plata en el bolsillo, sin sueldo predicando por Chile como auténtico revolucionario…en fin. Muchas acciones que incondicionalmente todos nosotros también hicimos, que al recordarlas aceleran el corazón, y que para contarlas haría falta mucho tiempo. Marcelo, como cientos más que conocimos, fue un fundador y gestor genuino de este movimiento. Y si bien me refiero a esos eventos vividos en el pasado, años atrás, no excluyo pensar en el presente. Como dije antes, después de ese periodo la vida nos ha llevado por caminos diversos. Quisiera, entonces, confirmar si aparte de las opciones o rumbos tomados por cada uno, hay algo más que hubiere quedado de todo eso que vivimos juntos. Por eso, sin querer dar carácter de imposición a lo que digo, comparto con respeto y sentimiento genuino mis reflexiones, agradeciendo la paciencia de quienes las lean.

Pienso que el compromiso con la causa de Jesucristo estuvo también marcado por el periodo que nos tocó vivir, en un régimen político que alimentaba en la gente el deseo de libertad y expresión, y donde nuestra juventud inyectó de mayor fuerza nuestras palabras y desapego a lo material, incluso de nuestras familias. Así entonces, la revolución que abrazamos hizo de nosotros hombres y mujeres decididos a cambiar el mundo, a hacer visible ese espacio de armonía que es el Reino de Dios, visión que actuó como elemento aglutinante y que nos reunía férreamente en un mismo propósito. Pero junto con aquello debe reconocerse también el factor que impone el valor de las personas y lo que puede construir experiencias vividas mano a mano: la vida en comunidad compartiendo la misma comida, (a veces puro pan y otras… ni pan) el mismo techo, carpas u ocasiones sólo cubiertos por el cielo y una frazada; la similitud de experiencias, la identificación de unos con otros, el ser prácticamente uno en todo. Eso y mucho más, cosas que crean lazos que se debe reconocer y respetar. Además, podemos decir con propiedad que aprendimos de personas que generosamente nos dejaron huellas de sencillez, generosidad, honestidad y entrega, o que por el solo hecho de llamarnos ‘hermanos’ abrieron sus casas para nosotros. Todos estos factores son fundamentos de un vínculo que va más allá de una amistad común y corriente.

Sin embargo, cuando veo imágenes de ese tiempo, no puedo dejar de preguntarme cómo llegamos a distanciarnos tanto de esta realidad (y para mí no es una respuesta válida que da mi razón, el solo decirme que antes éramos jóvenes y ahora no, que antes no teníamos responsabilidades y ahora sí - me resisto a esa respuesta, porque es una respuesta del mundo, que se opone como ha sido siempre al Reino de Dios) y miro a mi alrededor y me veo con mis hermanos revolucionarios dispersos, lejanos de esta visión. Y viene la pregunta como un latigazo ¿Cómo nos distanciamos tanto los unos de los otros? ¿Cómo nos dejamos robar este tesoro? La respuesta tal vez ha estado siempre ahí; tal vez pasa por algo que tenemos pendiente con nosotros mismos y que tiene que ver con una profunda introspección, libre, abierta, sincera, sin falsas inocencias (porque ni uno solo de nosotros lo es totalmente, ni el mayor ni el menor). Espero que nos demos la respuesta que nos debemos; una respuesta honesta, que confronte el valor que dimos a las obras con el que dimos a las personas, que nos ayude a ver cómo después de tener tanta luz pasamos a ser ciegas estatuas de un recuerdo.

Sé que muchos de ustedes mantienen amistades y una actividad cristiana vigente, pero acá hablo de los lazos entre revolucionarios. Quizás nos ayude algo el descubrir cuándo dejamos de sentir por el que estaba a nuestro lado, el calor del camarada, su respiración, su esfuerzo, su sufrimiento que era igual que el mío. Más triste aún, quizás nos ayude el recordar cuándo empezamos a ver cómo quedaban en el camino botados los que fueron mis hermanos y no hicimos nada; solo dábamos vuelta la cara por vergüenza y no hicimos nada; y si trataste de hacer algo por el caído, al volver, nuestros propios hermanos nos alejaron, desconociéndonos. Por todo esto y muchas más cosas que ustedes saben mejor o tan bien como yo, fuimos dejando que los revolucionarios pasaran a nuestro olvido, a nuestra distancia, a nuestro egoísmo. Por estas ideas que quiero trasmitir con humildad y sin ningún animosidad de nada es que debemos apoyar a Marcelo. Él es nuestra oportunidad, porque los actos de unidad abren el futuro, haciendo retroceder el sufrimiento en uno mismo y en los demás. No pido que volvamos a desenterrar lo que está muerto sino que estas imágenes vivas de un pasado que se anhela y que encienden nuestros corazones hoy, mañana y siempre, nos unan para transmitir esperanza y paz, haciendo de los años que nos quedan de vida nos hagan más sabios, más reconocedores de lo que somos cuando nos unimos por una causa viva, como es un hermano. Seamos valientes, seamos como niños porque de ellos es el Reino de Dios. Y volveremos a ver su faz.

Hoy vivimos una época diferente, donde la tecnología da un panorama distinto y algunas ventajas notorias; de hecho, creo que escribir por este medio ha dado más alcance e inmediatez a estas cartas que los volantes o panfletos que me eran tan familiares en los 80’s. Sin embargo, creo que esta comunicación virtual puede fácilmente tapar el sentido y contacto humano, ese en el que al mirarnos a los ojos nos da una energía real. Escribir en una pantalla es más rápido, pero es menos comprometido, menos humano, menos concreto. Pero como lo que nos convoca es una persona real, no virtual, veremos con fuerza el vínculo real, el sentimiento que moviliza a lo concreto, el significado de la necesidad de un hermano y su familia. Nuestro pasado está en la memoria y quizás a muchos los golpea el deseo de vivir lo mismo de nuevo o transmitir a sus hijos el sentimiento revolucionario. Mas con el recuerdo, los anhelos, y por sobre la tecnología, permanecen el valor de las personas, el amor, la misericordia, la generosidad, la humildad; en síntesis, valores que son la base de lo que enseñó Jesucristo sobre nuestra relación con el prójimo. Espero que podamos hacer carne y hueso esos valores en nosotros de nuevo.

¿Por qué ayudo a Marcelo? porque es un hombre, un hermano real y su familia está en sufrimiento.

César Mallat

Nota: A Marcelo le hacen muy bien las visitas. También necesita apoyo económico.

jueves, 28 de enero de 2010

Yo apoyo a mi hermano


Revolucionarios de Jesucristo, teocráticos, hermanos y hermanas:


Hace algunos años atrás compartimos una fe, una causa valores e ideales que nos hicieron trabajar juntos por lo que creímos y creemos hasta hoy con entrega y pasión radical, y con la que fundamos de la nada un legado imperecedero que, aunque no alcancemos a dimensionar, está aquí y vive cada día en cada uno de nosotros.


La memoria habla de nuestras proezas y deseo de cambiar el mundo, las aventuras y esfuerzos unidos que mano a mano emprendimos en muchas calles, pueblos, ciudades y países. Son miles las hazañas, anécdotas, historias, recuerdos y huellas que pueden dar cuenta de ese tiempo. Sin embargo, más que la memoria, nosotros mismos somos mejores testigos, y los afectos que nos tengamos, aunque para algunos la vigencia de la fe y la vida nos hubiere llevado por rumbos diversos. Independiente de las razones o circunstancias de cada uno haya tomado, todo lo que hicimos o seguimos haciendo fue y es con corazón puro. Hoy que ya todos somos adultos y dueños de nuestras decisiones, nada ni nadie nos quitará lo vivido; desde la perspectiva que lo miremos, tenemos un pasado común, que nada ni nadie podrá borrar hasta que se cumpla el ciclo natural de esta vida.


Después de tantos años vuelvo a hablar a vuestros corazones sin ningún otro ánimo más que no sea volver a sentir juntos lo que vivimos en nuestra juventud y la fuerza de nuestra unión que nos hizo ver lo invisible y realizar lo imposible. Lo que ha remecido mi corazón y me ha hecho revivir todas estas cosas que me parecían sólo recuerdos, ha sido un hermano y amigo nuestro, Marcelo Medel, que fuera incansable en su entrega tocando su guitarra y evangelizando en cada ciudad y lugar que estuvo. Con su carácter apacible, alegre, con alma de niño, él está necesitado de nuestro apoyo comprometido y fuerte como era en los “viejos tiempos”, luego de haber estado a punto de morir por un derrame cerebral repentino que le afectó el 15 de diciembre pasado*. El apoyo con oraciones y visitas le ha llegado desde distintas partes, principalmente de hermanos que vivieron con él la causa de Jesucristo y que le conocen tanto a él como a su esposa, Cecilia Silva, otra incansable compañera. Gracias a Dios su evolución ha sido lenta pero favorable y se prevé que estará internado y en tratamiento al menos hasta abril próximo. No obstante, superar las consecuencias de este evento requerirían de más tiempo, a fin de que a futuro pueda retomar sus labores de esposo, padre y sostenedor de su hogar que quedaron repentinamente detenidas por este golpe. En ese contexto, la necesidad de apoyo principalmente financiero y también anímico a este querido hermano se hace patente, por lo cual el respaldo que cada uno de nosotros podamos proporcionarle será fundamental, con el cual demostraremos una vez más que estamos ligados por algo que escapa aun a nuestros propios deseos y que Jesucristo lo expreso como “ama a tu prójimo como te amas a ti mismo”.

Quién sabe si este evento que vive Marcelo y su familia nos ayude a todos nosotros a creer más en el amor, la amistad libre, sincera, sin rencores y en el vínculo que, aunque invisible a nuestros ojos, siempre existirá entre nosotros más allá del tiempo. Pido frente a esta situación que levantemos bandera y vistamos ropas de hombres y mujeres nobles, acudiendo a socorrer a nuestro hermano y amigo, haciendo llegar un aporte de nobleza que podemos dirigir confiadamente a través de una cuenta RUT del BancoEstado, N° 9.201.738-9, a nombre de Cecilia Silva Ogalde. Hermano, hermana, amigos, Marcelo y su familia y Aquel que está sobre todos los pueblos te lo agradecerá. Nunca olvidemos lo que somos, lo que sentimos y ocurre cuando nuestros corazones se unen por una causa, por un hermano.


Agradeciendo a nombre de Marcelo Medel Rubio, deseando que sus vidas sigan prosperando y con el afecto de siempre, fraternalmente,


César Mallat S.


Enero, 2010.


* Marcelo se encuentra actualmente internado en Medicina Física, 5° piso, Sala E 528, Hospital Clínico de la U. de Chile, Av. Santos Dumont 999, Independencia. Recibe visitas de 12 a 13.30 y 17 a 19 horas, preguntando por René Marcelo Medel Rubio. Acompañarle unos minutos es de gran beneficio para él en esta etapa.