miércoles, 24 de marzo de 2010

CONVOCATORIA






Amigos Revolucionarios de Jesucristo:

Estimados amigos, espero sinceramente que todos ustedes se encuentren bien junto a sus familias después de los efectos del cataclismo que nos está tocando vivir a tantos chilenos y que nos ha traído tanta destrucción y sufrimiento como nación. Como habitantes
de esta parte del planeta, sabemos que cada ciertos años la madre naturaleza nos recuerda que el suelo donde vivimos tiene vida propia e independiente de nuestros planes personales, nuestra modernidad y tecnologías, recordándonos lo frágil que somos frente a sus fuerzas. De alguna manera, podemos comprender a través de la ciencia que estas cosas pasan y son así; pero es una comprensión a medias, ya que frente al sufrimiento que nos causa, no podemos precisar el porqué de estos dolores. Por otro lado, el terremoto agitó el enfoque de objetivos de la solidaridad y ayuda que he convocado en mis cartas anteriores, pues se multiplicó la necesidad con tanta gente que ha sufrido. Pero creo que a pesar de todo esto, no hemos olvidado a nuestro hermano Marcelo Medel, y por eso acá quiero expresar otras reflexiones que creo trascienden una tragedia que puede llamar la atención sólo por un tiempo. Aún más, lejos de ser dos cosas separadas, se ha visto que los sismos acentúan la vigencia de tener que ayudar. Por eso, revolucionarios, reforcemos y mantengamos arriba el ánimo de apoyo a nuestro hermano Marcelo, ya que esta determinación que tomamos antes de los últimos eventos, de unirnos con amor de hermanos, es el sello que tenemos como revolucionarios.

En medio de la dispersión que vivimos después de nuestros años juntos, hoy sigo tratando de identificar algunas cosas que coexisten entre nosotros. Podrá haber quienes no compartan conmigo, pero tengo la impresión que hay anclas del pasado que afectan a los revolucionarios; anclas de índole diversa y de efectos varios, y que acentúan la necesidad de enfrentar las murallas de la distancia entre hermanos, de perdonar; de comprender y respetar; d
e superar los factores que nos conflictuaron con conductas o roles; de no pensar que hay quienes están en deuda con nosotros, cuando en realidad la deuda principal de cada uno es siempre primero consigo mismo. No voy a negar que lo vivido, aparte del heroísmo de la revolución espiritual que aspirábamos, también tuvo elementos disruptivos y dañinos. Pero es eso mismo lo que digo que hay que dejar atrás, no sólo por sanidad, sino por enfrentar lo que viene de la vida con la postura de lo que somos hoy. Creo que el concepto y vivencias de la Revolución que impulsamos y vivimos fue, por así decirlo, sólo el comienzo de algo que en el tiempo tiene que haber madurado en nosotros. Y es hoy cuando ya somos adultos que la vida nos demanda ver con altura de miras nuestra experiencia, para no seguir rechazando, denostando, o amargándonos con formas equivocadas, con enojos o indiferencias añejas de los unos con los otros, teniendo como “causa” claramente equivocada el recuerdo de un pasado, para justificarnos a nosotros mismos. No olvidemos nuestra verdadera consigna, que ni los años ni las circunstancias, por duras que sean, pueden hacerla variar: “Hombres nuevos harán una sociedad nueva”. Somos nosotros los primeros en ser requeridos para esto. El mundo no cambiará porque nosotros queramos, porque vayamos a la iglesia, porque oremos y oremos, porque sigamos marcando el paso, sino porque cada uno de nosotros debe ser cada día una persona nueva, un Revolucionario.

La ayuda a Marcelo no es sólo la atención temporal a una coyuntura que emerge por una situación como la que le ha tocado experimentar, sino una opción consciente con sustento en el pasado y los lazos que de verdad hubiéremos creado. La mayoría de nosotros estamos iniciando o viviendo el último tercio de nuestras vidas y evidentemente en los años que vienen iremos sabiendo de otros hermanos cuya urgencia nos convocará de nuevo. Elegir estar con quienes sufran comienza en identificar y entender ese pasado común y lo que somos hoy, en haber hecho puente entre ese tiempo y el presente. En otras palabras, creo que lo que guardamos en la memoria de la revolución que impulsamos – que como he dicho, genera una gran nostalgia – tiene un valor y significado que debiera darnos impulso para también comprender y adoptar posturas hoy. No me refiero a la vigencia de sus creencias o asistencia a iglesias, sino a descubrir esas cosas que a nuestra edad hoy nos permitan sentirnos activos, significantes y poseedores de una esencia revolucionaria que creo no ha muerto. Ayudar a Marcelo nos ofrece una oportunidad de expresar el amor sobe una base responsable y personal. Recuerdo que en el pasado criticamos con fuerza un sistema religioso que veíamos como ineficaz para cumplir con los propósitos de Dios en la sociedad; nuestro ímpetu de evangelistas (porque así nacimos, como evangelistas con hambre por ganar gente para Cristo) no tenía límites ni dependía de fechas, recursos ni nada. Sin querer ofender, pero, francamente, creo que un distractor de la solidaridad y el amor permanente hacia un revolucionario en necesidad, para quien está en
una comunidad o iglesia puede ser simplemente hacer un aporte en una ofrenda y creer que la tarea está cumplida. Podrá sonar drástico, pero los hechos demuestran que eso no es así. Y sinceramente, en mis palabras acá está comprometida mi aflicción y sentimiento por todos los que conocí. Pujo porque entre nosotros se manifieste ese vínculo que represente la novedad de querernos en esta etapa de la vida, y que si hay vino nuevo, no vaya a ser que nosotros seamos odres viejos.

Entre los factores que también imponen tener una postura desarrollada y actual están nuestros hijos. Los hijos de Marcelo y Cecilia – (post) adolescentes como la mayoría de vuestros propios hijos – en medio de la conmoción que les produjo el estado de su papá, han observado cómo él reacciona ante la visita de revolucionarios, su estado de ánimo, empeño y humor en esos momentos. Y creo que aparte de saber todo lo que han escuchado de sus padres, ellos han tenido la oportunidad de ver una expresión de amor genuino en la desgracia, por cierto, distinto de la simple amistad. Es en algo como eso, en lo que ellos ven y dimensionan, donde pienso que se evidencia el valor del que hablo, cuando ante la enfermedad somos capaces de ayudar y resaltar lo que somos hoy. Cuando Marcelo se levante, camine por sus medios plenamente y agradezca a sus compañeros revolucionarios del ayer y que ahí están hoy, esa generación de adolescentes verá y juzgará, verá quiénes fueron y son los revolucionarios de Jesucristo. Los hechos hablarán más que nuestras palabras. Recordemos cuando fuimos jóvenes. ¿No eran nuestros actos los que convencían a otros?

Marcelo ya está en su casa y no porque esté sano y se nos haya terminado la obligación de ayuda con él y su familia, sino porque el hospital donde estaba quedo con graves daños y porque él con sus fuerzas de vivir se salvó de morir aplastado esa fatídica noche, bajando cinco pisos por escaleras en medio de gritos y caos, aferrado a las barandas y sus muletas, arrastrando la mitad de su cuerpo hemipléjico, hasta llegar solo abajo, con sus fuerzas, su determinación, su fe en la vida y la cruz de Cristo, logrando alcanzar el patio. Me pregunto hermanos ¿cómo no vamos a ayudar, cómo vamos a abandonar a un hombre como él? Para mí es un privilegio que él me considere su amigo, su hermano. Marcelo es un ejemplo de lucha. Por eso él está en su casa hoy, pues fue más seguro que volviera con los suyos que seguir en un hospital sin ninguna seguridad. Hoy necesita nuestra ayuda concreta, que además no es poca. Y además necesita que lo visitemos.

Digo estas cosas también con el deseo de que prontamente nos encontremos para articular acciones de apoyo. Es complejo pensar en una fecha que acomode a quienes quisieran responder a mi convocatoria; pero me tranquiliza saber que cada uno entenderá que su respuesta no será para su propia comodidad o placer. Por eso, y porque Marcelo necesita ayuda urgente pronto, quiero hacer una convocatoria para el lunes 5 de abril, a las 20 horas. El lugar lo
comunicaré en Facebook, una vez que lo tenga definido. Tengo confianza en que quienes vayan, pocos o muchos, lo harán con corazón abierto. Asimismo, si alguien quisiera, podremos simplemente conversar con libertad, estando abierto a recibir ideas que nazcan de ustedes para llevar estos pensamientos a actos concretos. Espero que nuestro corazón y nuestra mente se dispongan favorablemente y ayudemos a Marcelo Medel y su familia.

¡Con la fuerza de la cruz, siempre victoria! ¡Con Cristo en la victoria, Revolución ahora!


Afectuosamente,

César Mallat

P.D. Estos son los teléfonos de Marcelo y su dirección.
Casa: 866 5650
Celular de Cecilia: 9549 2029
Dirección: Filodendro 5 N° 1715, Ciudad Satélite - Maipú.
Horario de visita:
Lunes, miércoles y viernes de las 19:00 hrs. en adelante.
Martes, jueves, sábado y domingo durante todo el día.

Visitarlo también es importante para su estado anímico.

1 comentario:

  1. Saludos al César. como los romanos lo declaraban.

    Obviamente llego atrasado a la situación de Marcelo.

    La vida es complicada. Tú indicas pasar por alto el pasado, y eso es bueno, siempre y cuando se aprende del pasado, creo, que tú no has aprendido.

    Se tu pasado, la verdad, es que me decepcionaste, la verdad que sí.

    Conozco después de varios años tu historia, se porque terminó tu matrimonio.

    Como cristiano que soy y nunca renunciaré a ello, arrepiente de verdad de lo has hecho en tu pasado y pide perdón a todos los que has engañado o manipulado.

    Espero un día verte cara a cara; y te diré lo mismo que escribí.

    Germán Collao

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